Sucedió durante la
segunda semana de julio, mientras intentaba desconectar en vacaciones
con su mujer, Antonella, sus dos hijos y la familia de su esposa en las
cristalinas aguas de Ibiza, para lo que se alquiló un yate. Después de
darle muchas vueltas en su cabeza, Leo Messi tomó una decisión que puede
ser trascendental: no renovar su contrato con el Barcelona y esperar a
que finalice en año y medio para decidir su futuro. Habló entonces con
su padre y con otra persona, a los que pidió que transmitieran sus
intenciones al presidente azulgrana, a quien incluso llegaron a
plantearle la posibilidad de que no acabara dicho vínculo, que termina
el 30 de junio de 2018.
Tras reponerse del comprensible
susto, el mandatario azulgrana, Josep María Bartomeu recomendó calma,
pidió que se lo pensara dos veces y remitió a la cláusula de rescisión
de 250 millones que figura en su contrato tras la séptima y por ahora
última renovación del crack argentino en mayo de 2014. Así quedaron las
cosas y desde entonces no ha habido comunicación oficial entre los Messi
y el Barcelona.
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